El término ESG, o ambiental, social y de gobernanza, es bien conocido en la comunidad de inversionistas. Se refiere a un conjunto de métricas empleadas para medir el impacto ambiental y social de una organización y se volvió cada vez más importante en la toma de decisiones de inversión a lo largo de los años. Pero aunque el término ESG fue acuñado por primera vez en 2004 por el Pacto Mundial de las Naciones Unidas, el concepto existe desde hace mucho más tiempo.
En la década de 1970, la inversión socialmente responsable (ISR) surgió como una forma de que los inversionista alinearan sus carteras con sus valores. Este movimiento cobró impulso en la década de 1980 con las campañas de desinversión contra las empresas que hacían negocios en Sudáfrica durante el apartheid. Con el tiempo, la ISR evolucionó constantemente hasta parecerse a la responsabilidad social corporativa (RSC) actual y se centró principalmente en cuestiones sociales, como los derechos humanos y la ética de la cadena de suministro.
Sin embargo, fue hasta la década de 1990 cuando las consideraciones ESG empezaron a aparecer en las principales estrategias de inversión. En 1995, U.S Social Investment Forum (SIF) Foundation (SIF) hizo un inventario de todas las inversiones sustentables en Norteamérica. El total, 639 mil millones de dólares, arroja luz sobre cómo los accionistas estaban empezando a invertir por principio frente a las ganancias estrictamente.1
De forma lenta, pero segura, los inversionistas institucionales comenzaron a reconocer que las empresas podrían mejorar potencialmente el rendimiento financiero y la gestión de riesgos al centrarse en cuestiones ESG, como las emisiones de gases de efecto invernadero. En respuesta, los gerentes de activos comenzaron a desarrollar estrategias y métricas ESG para medir el impacto ambiental y social de sus inversiones. En 1997, se fundó Global Reporting Initiative (GRI) con el objetivo de abordar las preocupaciones ambientales, aunque pronto amplió su alcance para centrarse también en cuestiones sociales y de gobernanza.
En 1998, John Elkington publicó Cannibals with Forks, the Triple Bottom Line of 21st Century Business, en el que introdujo el concepto de triple resultado, un marco de sustentabilidad que gira en torno a tres conceptos: personas, planeta y ganancias. El objetivo de Elkington era destacar un creciente conjunto de consideraciones no financieras que deberían incluir al valorar empresas. Además, Elkington esperaba persuadir a las empresas para que operaran en el mejor interés de las personas y del planeta; un deseo que fue compartido por otros en todo el mundo.
En el año 2000, las Naciones Unidas organizaron en Nueva York la Cumbre del Milenio que reunió a líderes mundiales para debatir sobre la evolución de su papel en el nuevo milenio. En el transcurso de la cumbre de tres días, los líderes establecieron principios rectores en torno a temas, como los derechos humanos, las condiciones de trabajo, el medio ambiente y la lucha contra la corrupción. Tras la cumbre, se crearon los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), en los que se esbozan ocho objetivos de desarrollo internacional que debían alcanzarse para 2015. Si bien están destinados a provocar el debate, los ODM en última instancia preparan el escenario para que las naciones y las empresas analicen los factores ESG con mayor franqueza.
Ese mismo año, se fundó Carbon Disclosure Project (CDP). CDP alentó a los inversionistas institucionales a pedir a las empresas que informen sobre su impacto climático. Esto ayudó a normalizar la práctica de los informes ESG y, en 2002, 245 empresas respondieron a los 35 inversionistas que solicitaron divulgaciones climáticas.2
En 2004, el término “ESG” se hizo oficial luego de su primera aparición en un informe titulado “Who Cares Wins”. El informe ilustró cómo integrar los factores ESG en las operaciones de una empresa, desglosando el concepto en sus tres componentes básicos: ambiental, social y de gobernanza (o gobernanza corporativa).
En la década siguiente, se crearon más principios y marcos, que proporcionaron más orientación sobre cómo las empresas pueden integrar los factores ESG y hacer informes al respecto. Algunos ejemplos destacados incluyen Principles for Responsible Investment(PRI), Climate Disclosure Standards Board (CDSB) y Sustainability Accounting Standards Board (SASB). Hoy en día, las empresas y los inversionista siguen confiando en estos principios y marcos.
En 2015, los Objetivos de Desarrollo Sustentable (ODS ) sustituyeron a los ODM. Los ODS esbozaron diecisiete metas de sustentabilidad y establecieron una agenda mundial para el desarrollo sustentable con la expectativa de mejorar la calidad de vida y lograr un futuro más sustentable para 2030. Aunque su alcance es más amplio, los ODS establecen metas específicas (169, para ser exactos) con indicadores únicos para hacer un seguimiento de los avances. Con su adopción, los ODS marcaron un cambio en la mentalidad sociopolítica; ESG dejó de ser un tema de conversación para convertirse en algo que podía (y debía) medirse.
Los inversionistas siguieron exigiendo a las empresas información financiera relacionada con el clima, por lo que los entes reguladores respondieron con nuevos requisitos de información. El Taskforce on Climate-related Financial Disclosure (TCFD) se fundó en 2015 con el objetivo de proporcionar estándares para la divulgación relacionada con el clima para las instituciones financieras, así como para las empresas y los inversionistas.
Más tarde, en 2017, un grupo de 140 CEO se reunió para firmar el Compact for Responsive and Responsible Leadership (el Compact) que fue redactado por el Foro Económico Mundial. Los signatarios se comprometieron a trabajar juntos para ayudar a alcanzar los ODS de la ONU, un compromiso que se pondría a prueba en 2020.
Cuando se produjo la pandemia de COVID-19, muchos inversionista temieron que las empresas renunciaran a sus iniciativas ESG en aras de mantenerse a flote. Y aunque este fue el caso en algunas situaciones, se hizo un descubrimiento interesante: las empresas que tenían un sólido rendimiento ESG estaban mejor preparadas para resistir la pandemia, ya que ya habían tenido en cuenta la posibilidad de disrupción.3
ESG ya no es un concepto extraoficial sino un inicialismo doméstico tanto para las empresas como para los inversionistas. Hoy en día, los datos ESG se utilizan para evaluar el rendimiento de una empresa en temas ESG específicos. Por ejemplo, las emisiones de carbono por unidad de ingresos se utilizan para evaluar el impacto ambiental de una empresa, mientras que las tasas de rotación de empleados se utilizan para evaluar las prácticas laborales de una empresa.
Los gerentes de activos siguen desarrollando una serie de estrategias y métricas ESG para medir el impacto medioambiental y social de las empresas actuales. Algunas estrategias se centran en excluir industrias u organizaciones que no cumplen con ciertos criterios ESG. Otras se centran en la selección activa de empresas que tienen sólidos perfiles ESG.
Se establecieron nuevas regulaciones, como la Directiva de informes de sustentabilidad corporativa (CSRD) de la Unión Europea, que requiere que las empresas informen sobre el impacto ambiental y social de sus actividades comerciales, y sobre el impacto comercial de sus esfuerzos ESG. En Norteamérica, la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) está considerando la presentación de informes ESG obligatorios para las empresas públicas, como es el caso de Canadá, Brasil, India, Australia y Japón.
Las calificaciones e índices ESG también cobraron mayor importancia en los últimos años. Morgan Stanley Capital International (MSCI), por ejemplo, ofrece una gama de índices ESG que permiten a los inversionistas seguir a las empresas en función de su desempeño ESG. Estos índices se hicieron populares entre los inversionistas que buscan integrar factores ESG en sus carteras.
A medida que el mundo se enfrenta a desafíos cada vez mayores relacionados con el cambio climático y los problemas sociales, las consideraciones ESG seguirán desempeñando un papel fundamental en la forma en que las empresas y los inversionistas operan y miden su rendimiento.
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1. Report on US Sustainable and Impact Investing Trends (enlace externo a ibm.com), US SIF, 2020
2. CDP Media Factsheet (enlace externo a ibm.com), CDP, octubre de 2022
3. Connecting the COVID-19 pandemic, environmental, social and governance (ESG) investing and calls for ‘harmonisation’ of sustainability reporting (enlace externo a ibm.com), Critical Perspectives on Accounting, Adams, Abhayawansa, 28 de febrero de 2022